Has ido al médico, te han hecho análisis, pruebas, te han dicho que todo está bien…
Y sin embargo, no te sientes bien. Sigues con presión en el pecho, el corazón acelerado, el estómago revuelto o la sensación de que algo va mal.
Puede que no sea un problema físico lo que estás sintiendo, sino ansiedad.
Y no, eso no significa que te lo estés imaginando. Significa que tu cuerpo está reaccionando a algo que también es real, aunque no se vea en una radiografía.
Cuando el cuerpo habla lo que la mente calla
La ansiedad no solo se vive en la cabeza. También se manifiesta en el cuerpo. Y muchas veces, ese es el primer lugar donde se nota: antes incluso de que tú seas consciente de lo que te preocupa o angustia.
Es como si tu cuerpo activara una señal de alerta sin que tú sepas por qué. Esa activación es parte del sistema nervioso autónomo, diseñado para protegernos. Pero cuando se mantiene encendido sin una causa real o duradera, empieza a pasarte factura.
Y ahí es cuando aparecen los síntomas físicos.
¿Por qué la ansiedad afecta al cuerpo?
Cuando percibimos un peligro, real o imaginado, el cuerpo se prepara para actuar:, tensar músculos, acelerar el corazón, enfocar la atención. Es la llamada “respuesta de lucha o huida”.
El problema aparece cuando esta reacción se mantiene activa aunque no haya un peligro real. La ansiedad “engaña” al cuerpo y lo convence de que algo va mal, aunque tú estés en casa, en la oficina o paseando.
Por eso puedes experimentar síntomas físicos sin ninguna causa médica aparente.
Síntomas físicos frecuentes de la ansiedad
Cada cuerpo es diferente, pero estos son algunos de los síntomas más habituales:
A nivel cardiovascular y respiratorio
- Palpitaciones o taquicardia.
- Presión en el pecho o sensación de opresión.
- Respiración acelerada o sensación de falta de aire.
A nivel muscular y digestivo
- Tensión muscular constante, especialmente en cuello, espalda o mandíbula.
- Dolor o molestias digestivas: náuseas, diarrea, gases, sensación de vacío.
Otras señales físicas
- Mareos, sensación de inestabilidad o vértigo.
- Sudoración o escalofríos.
- Hormigueo en manos, cara o extremidades.
- Sensación de irrealidad, como estar desconectado del cuerpo o del entorno.
El ciclo ansiedad – síntomas – más ansiedad
Una de las razones por las que cuesta tanto salir de este bucle es que el propio miedo a los síntomas genera más ansiedad.
Por ejemplo:
- Sientes palpitaciones → te asustas → piensas que puedes estar enfermo → aumenta tu ansiedad → se acelera más el corazón.
- Te mareas → temes desmayarte → tu respiración se altera → el mareo empeora.
Este círculo puede ser muy angustiante y llevarte a evitar situaciones o a vivir con una vigilancia constante del cuerpo.
¿Y si realmente tengo algo físico?
Es completamente válido preguntárselo. De hecho, lo primero es siempre descartar causas médicas reales. Pero cuando las pruebas no muestran nada preocupante y los síntomas se mantienen, es momento de mirar hacia el plano emocional.
Y no para restarle importancia, sino para atender lo que tu cuerpo te está diciendo desde otro lugar.
Vivir con miedo al propio cuerpo
Muchas personas acaban desarrollando un miedo a sus propias sensaciones. Esto puede llevar a:
- Evitar ejercicio físico por miedo a que suba el pulso.
- Evitar salir o conducir por temor a sentirse mal.
- Comprobar constantemente cómo están respirando o si “todo va bien”.
Este tipo de hipervigilancia mantiene al sistema en alerta constante, lo que aumenta los síntomas y el malestar. El cuerpo no puede relajarse si está siendo observado todo el tiempo.
¿Qué puedes hacer si te pasa esto?
No se trata de ignorar el cuerpo ni de forzarte a “aguantar”. Se trata de aprender a escucharte de una forma nueva. Algunas claves que pueden ayudarte:
- Dale valor a lo que sientes. Si tu cuerpo reacciona así, es porque está interpretando algo como una amenaza.
- No luches contra el síntoma. Observa, escucha tu mente e intenta localizar que te pensamiento activa tu ansiedad.. Resistirte solo lo intensifica.
- Cuida tu sistema nervioso. Busca pausas, rutinas suaves, descanso, movimiento, alimentación que te nutra.
- Busca acompañamiento profesional. No necesitas hacerlo solo. Entender lo que te pasa y aprender a regularlo con ayuda es parte del camino.
¿Cómo te ayuda la terapia psicológica?
En consulta, no intentamos “anular” los síntomas físicos, sino entender por qué están ahí e ir al origen que los genera: ideas irracionales.
Trabajamos para:
- Identificar los disparadores emocionales y contextuales.
- Aprender estrategias de regulación cognitiva y emocional.
- Romper el ciclo de miedo–síntoma–más miedo.
- Recuperar confianza en tu cuerpo.
La ansiedad no desaparece con un botón, pero sí desaparece cuando aprendes a gestionar su origen y tienes las herramientas para gestionarlo.
No estás exagerando. Tu cuerpo necesita ser escuchado.
Los síntomas físicos de la ansiedad son reales, molestos y muchas veces muy intensos. No es debilidad, ni es “todo mental”.
Es una forma del cuerpo de decir: “algo dentro de ti necesita atención”. Y cuando empiezas a escucharte sin miedo, a acompañarte con respeto y a dejar de luchar contra ti mismo, empiezas a recuperar la calma que tanto estás buscando.